lunes, 7 de enero de 2013


 

Este maravilloso cuento leído tantas y tantas veces por mí siempre me permite reflexionar cuando no encuentro respuesta sobre mi estado anímico y por más que intento disfrazar mi verdad…al terminar de leerlo me encuentro desnuda ante lo que es…una verdad que en muchas ocasiones me resulta dolorosa y sin embargo por más que me empeño en maquillar mi dolor, quedo al descubierto… mirando mi verdad “Tristeza/Furia”

Una vez que decido integrarlas  como parte mía, dejo de culpar a otros por lo que me sucede, dejo de castigarme por los “Debería”, dejo de golpearme por aquello que no pude resolver a tiempo y entonces… algo sucede permitiéndome caminar más ligera y consciente, asumiendo mi responsabilidad como Adulta…entonces, solo así…puedo transitar en la vida haciendo las cosas de manera diferente, consciente de aquello que me sucede.

Espero que cada uno de ustedes disfrute tanto como yo este cuento aún si quedas al descubierto ante tu verdad.

María Cecilia Manilla García.

La tristeza y la furia

por Jorge Bucay

 

Había una vez... un estanque maravilloso.
Era una laguna de agua cristalina y pura donde nadaban peces de todos los colores existentes y donde todas las tonalidades del verde se reflejaban permanentemente...


Hasta ese estanque mágico y transparente se acercaron a bañarse haciéndose mutua compañía, la tristeza y la furia. Las dos se quitaron sus vestimentas y desnudas las dos entraron al estanque.
La furia, apurada (como siempre está la furia), urgida -sin saber por qué- se baño rápidamente y más rápidamente aun, salió del agua... Pero la furia es ciega, o por lo menos no distingue claramente la realidad, así que, desnuda y apurada, se puso, al salir, la primera ropa que encontró...
Y sucedió que esa ropa no era la suya, sino la de la tristeza...
Y así vestida de tristeza, la furia se fue.


Muy calma, y muy serena, dispuesta como siempre a quedarse en el lugar donde está, la tristeza terminó su baño y sin ningún apuro (o mejor dicho, sin conciencia del paso del tiempo), con pereza y lentamente, salió del estanque. En la orilla se encontró con que su ropa ya no estaba.
Como todos sabemos, si hay algo que a la tristeza no le gusta es quedar al desnudo, así que se puso la única ropa que había junto al estanque, la ropa de la furia.


Cuentan que desde entonces, muchas veces uno se encuentra con la furia, ciega, cruel, terrible y enfadada, pero si nos damos el tiempo de mirar bien, encontramos que esta furia que vemos es sólo un disfraz, y que detrás del disfraz de la furia, en realidad... está escondida la tristeza.