La vida, de manera indiscutiblemente, está compuesta tanto de experiencias agradables, como desagradables. Aquellos que se aferran en buscar sólo la felicidad, el placer o el bienestar, y se niegan a reconocer que la también, parte de la vida implica la lucha, el trabajo, asumir la responsabilidad y el compromiso, están viviendo una ilusión, una realidad parcial que podría ser un sueño, una novela, una película, pero no la vida auténtica. Para alcanzar la felicidad madura, es necesario reconocer que, paradójicamente, los retos, las dificultades, las pérdidas y el dolor, por mencionar sólo algunos factores, son también parte de la vida.
Sin embargo, también existen en el otro extremo, las personas que, por alguna razón, se vuelven adictas al dolor o al sufrimiento. Por más que amigos, familiares, profesionistas de la salud los quieran ayudar, ellos se niegan a renunciar a su vida llena de limitaciones, padecimientos y frustraciones. Podríamos pensar que, a este tipo de personas casadas con el dolor, en algún momento de su vida eso les funcionó para obtener algo: atención, cuidados, o simplemente fue su única manera de sentirse vistos, tomados en cuenta, y sigan creyendo que, en el presente, esa es la única manera de obtener la atención que necesitan.
Y aunque ese momento ya pasó (me refiero a la época en que lograban ser tomados en cuenta a partir de mostrarse inválidos,
Repetir las respuestas del pasado
indefensos, necesitados de consuelo por su sufrimiento, etc.) que es cosa de allá y entonces, en el aquí y ahora se siguen aferrando a las respuestas conocidas del pasado y no se atreven -quizas ni siquiera lo vean como una posibilidad-, a intentar descubrir otras formas de llenar sus necesidades, soluciones menos dolorosas, cansadas o agobiantes para obtener, por ejemplo, atención, amor, o simplemente, sentirse vistas y tomadas en cuenta. Es como si el tiempo se detuviera y creyeran que nada ha cambiado, que siguen atrapados en la soledad, la vulnerabilidad y la indefención de cuando tenían tan sólo dos, tres, cinco años. A esta actitud de quedarse atrapadas en el pasado es lo que los terapeutas gestalt llamamos “Experiencias obsoletas” .
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