Las emociones no son sólo algo abstracto, son energía que se materializa en nuestro interior y ocupa un espacio real. Si me congestiono con mis propios sentimientos, mi organismo no tiene lugar para nada más a menos que digiera lo que estoy sintiendo y lo exprese hacia el exterior de diferentes maneras como llorando, gritando, riendo, empujando o golpeando.
No es suficiente reconocer las emociones y los sentimientos sólo a un nivel racional, necesitamos darnos el permiso de sentirlos y manifestarlos y de compartirlos con otros, en especial en relación con aquel o aquellos que nos generan el sentimiento.
“Reconocer nuestra vulnerabilidad nos vuelve hermosos”
Al darles una expresión, los sentimientos nos ayudan a cubrir las necesidades pendientes, satisfacerlas y ”cerrarlas”, dando paso a las nuevas necesidades de un nuevo instante. No tiene sentido ocultarlas o reprimirlas por temor a no poder controlarlas o al efecto que puede tener en el otro, pues eso nos puede generar más daños que beneficios.
Si aprendemos a no temer a nuestras emociones, si confiamos en ellas, cada vez será más sencillo expresarlas de manera adecuada y entender el mensaje que nos envían, lo que nos ayudará a reconocer nuestras necesidades emocionales.
Los sentimientos y las emociones son una “ fuente infinita de la información.
Gracias a ellas, podemos cerrar ciclos, lo que nos permite dar paso a las nuevas circunstancias o eventos, y, de esta manera, generar que el flujo constante de nuestro proceso de crecimiento se desarrolle sin interrupciones y de forma natural.
“Una persona capaz de reconocer su vulnerabilidad es una persona libre y digna”
Hay personas que, cuando se dan cuenta de que la vulnerabilidad y la ternura son importantes se rinden y se entregan a ello, pero la mayoría nos resistimos y luchamos contra esto.
Cuando dejamos de pelear contra la vulnerabilidad, recuperamos nuestra vida y nos permitimos mostrarnos de manera auténtica, soltando el miedo de ser nosotros mismos y reconociendo nuestro derecho a ser tal cual somos, sin tener que ocultarnos o avergonzarnos de lo que sentimos.
No se puede eliminar parcialmente las emociones
“La vulnerabilidad es el núcleo de la vergüenza y el miedo y de nuestra lucha por la dignidad pero también es el punto de partida de la dicha, la creatividad, la pertenencia, el amor”.
Brene Brown
La realidad es que no se puede adormecer selectivamente una emoción, no se puede decir “esto es lo malo, esta es la vulnerabilidad, este es el sufrimiento, esta es la vergüenza, este es el temor, esta es la decepción, no quiero sentir esto” ; “me voy a tomar una copa o me voy a comer un postre para no sentir las sensaciones desagradables”.
Por mucho que nos frustre, aunque la ilusión es que se puede lograr, lo cierto es que, si inhibimos las sensaciones desagradables para no sentirnos mal, también nos quitamos la posibilidad de sentir otros afectos y emociones agradables como la dicha, la gratitud, la felicidad, el amor, sintiéndonos con este resultado miserables, pues a causa de esto, ya no encontramos en nuestra vida ni un propósito o significado que nos mueva hacia ninguna parte.
Si no podemos sentir ¿Cómo vamos a reconocer lo que queremos, lo que necesitamos y deseamos? Y, si no podemos saber eso, ¿Cómo podemos identificar dónde o como cubrir esos deseos y necesidades? ¿Cómo, además podríamos identificar nuestro propósito y en nuestra vida?
La respuesta es que no podríamos, reconocer los Sentimientos y Emociones nos ayuda a identificar aquello que necesitamos para vivir y transformarnos.
Las formas en las que evitamos sentir nuestra vulnerabilidad pueden ser por ejemplo:
Comiendo en exceso y sin consciencia.
Consumiendo sustancias tóxicas como drogas, nicotina y alcohol.
Volviéndonos consumistas indiscriminados.
Endeudándonos y afectando nuestra economía.
Utilizando el sexo sólo para llenar un vacío, que al final, nos hace sentir aún más solos e insatisfechos.
Pero no es sólo a través de conductas adictivas como evitamos las emociones, también lo hacemos a través de otras actitudes comportamientos como:
Querer tener siempre la razón.
Siendo autoritarios e imponiendo nuestra voluntad a los demás a través del autoritarismo.
Querer hacerlo todo de manera perfecta, por no sentir la culpa de equivocarnos, como si no tuviéramos la posibilidad de cometer errores.
Siendo intolerantes con los que no piensan, sienten o actúan igual que nosotros.
Imponiendo dogmas para que la gente crea en algo – como en la religión o la política -, cuando sería algo que se debe hacer por convicción y no por imposición.
Actuando y reaccionando de manera automática, utilizando las mismas formas y patrones ante cada situación, negándose la posibilidad de escuchar a todo el organismo, para saber si realmente ésa es la mejor elección para esa circunstancia determinada.
Evitando correr riesgos y moviéndose siempre, en territorios ya conocidos.
Éstos son sólo algunos ejemplos de como, las personas, evitamos sentirnos vulnerables y, al mismo tiempo, nos negamos la posibilidad de vivir en un mundo real, un universo donde coexisten tanto las emociones agradables como las desagradables, tanto el placer, como el dolor, ambos, son importantes, ambos, nos ayudan a reconocer lo que necesitamos y a vivir una vida real.
Si queremos vivir una vida plena, deberemos aprender a aceptar nuestra vulnerabilidad y sentirnos bien y en calma con su existencia. Sólo aceptando y viviendo el dolor como parte de la vida, podremos recuperar también la dicha y la felicidad.
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