Es todo un desafío, poder expresar lo que a uno le pasa en pareja, Sin acusar al otro y sin defenderse.
Hay una responsabilidad en uno de los miembros que es la responsabilidad de tomar la iniciativa por romper un pacto.
Es entonces cuando afloran nuestras conductas más neuróticas e infantiles…
Las ganas de volver a estar juntos, es el elemento clave que hace que una relación sea potencialmente salvable luego de una infidelidad o crisis de pareja importante.
Cuando hay ganas de estar juntos, el corazón de ambos se rebela ante la posibilidad de una separación definitiva.
Cuando el ojo de la tormenta pasa y las emociones se estabilizan tanto el uno como otro, necesitan demostrar que el otro me sigue importando. Que es importante para mi seguir teniéndolo en mi vida.
Qué estoy haciendo y qué estoy dispuesto a hacer para que mi pareja note lo mucho que importa?
No hay manera de saber de antemano como va a funcionar una relación, ni de calcular si va a durar pero se consigue entregándonos a lo que hay, sin exigencias y sin expectativas. No es fácil.
Cuando uno ha sido herido y no quiere que le vuelva a pasar lo mismo, para evitarlo, tenemos ideas, estrategias, expectativas, de cómo debería ser nuestra próxima relación. Nos volvemos rígidos, exigentes y no dejamos que la relación fluya en forma natural. Queremos “empujar el rio para nuestro lado”, para que corra por donde decidimos que nos conviene y entonces la relación se vuelve forzada y sin libertad.
Si somos lo suficientemente valientes como para reconocer esta situación, podríamos convertir al otro en un maestro en lugar de un enemigo. Si sabemos mirarlo de esta forma, la magia puede volver y los conflictos pueden convertirse en una señal pero positiva, de los aspectos que cada uno debe desarrollar.
Cuando la grieta se produce, cada integrante de la pareja comienza a ver en aquel que antes lo completaba, el rostro de un enemigo.
Cómo se sale si es que hay salida?
Solo con la valentía de mostrar las partes vulnerables para pedir ayuda en lugar de levantar muros de defensa. Cuando las partes débiles de los dos que discuten consiguen conectarse y comprenderse, crece la confianza y cada uno puede ser el maestro del otro, allanando el camino para que la mágica conexión de almas aparezca.
Por más que vivamos planificando y pretendiendo controlarnos a nosotros mismos y a nuestro entorno nada suele suceder como esperamos.
Y sin embargo, hay un montón de gente que actúa, vive y siente como si las cosas no funcionaran así.
Discutir y agredir al otro por algo que ya nos hizo y nos lastimo, es un acto de inmadurez absoluta y básicamente una batalla perdida. Porque lo que está hecho, hecho esta.
El no saber lidiar con la intimidad, genera que muchos, entren en una carrera frenética de cambio de compañero, de salir con cualquier persona… buscando sexo por sexo mismo. Pero ese sexo de la genitalidad, no implica una conexión con el otro. Ese sexo no eleva a nadie. Porque en sentido estricto es un sexo sin sexualidad. Mantener y desarrollar un contacto sano con la vida es ser uno mismo y enamorarse de estar vivos en todos sus aspectos. En eso consiste el cultivo del terreno del amor. Cuando el terreno está listo, la mayoría de las veces florece nuestra mejor sexualidad, lo que posiblemente incluya lo genital, pero que no se acaba ahí.
Hay que ser conscientes de que en verdad no es posible “tener” nada, mucho menos a alguien.
No pienso que la pasión tenga que sostenerse sobre la base del miedo a perder al otro, porque estoy segura que nada bueno puede crecer basado en el miedo.
Digo que las parejas duraderas están hechas de una sabia mezcla de cercanía y espacio. Cercanía que genera intimidad, respaldo y seguridad.
Espacio que nos hace libres y conscientes de nuestras posibilidades de cambio. No hay límites para cambiar, porque no hay límites para crecer y ese es el sentido de la pareja: Crecer al lado del otro.
La vida compartida es una oportunidad para eso.
La verdadera pasión no se mantiene cambiando de pareja todos los días, sino descubriendo que nosotros, los dos, somos un poco distintos cada mañana, y a partir de allí, el sexo, la pasión, el deseo y la atracción por el otro pueden renovarse día a día.
Es necesario entrenar la pasión. Ya que no hay cosas apasionantes sino pasión puesta en las cosas.
Es inútil además de poco aconsejable, siquiera intentar tenerlo todo bajo control o querer anticiparse a lo que sigue.
En esa época aprendí que, nos guste o no lo que la vida tiene para darnos no se detiene a escucharnos, la vida fluye, solo fluye.
Cuando luchamos contra lo que es, por ser como es, interrumpimos el libre fluir de los acontecimientos y evitamos que la situación pueda evolucionar y mejorar.
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